La devoción a San La Muerte ha cobrado gran visibilidad en los últimos 3 años a partir de su aparición en artículos periodísticos referidos a hechos delictivos. Esta visibilización, lejos de ser positiva para sus devotos, suele tener una perfil estigmatizante al punto de calificarla como ‘la devoción de los delincuentes’. Más allá de la estética amenazante que supone su figura esqueletaria… ¿qué puede decirse de esta imputación?
Este culto popular es oriundo de las provincias del litoral con influencia de la cultura guaraní. Las hipótesis con más consenso la presentan como una mixturación de creencias de este pueblo originario con elementos provenientes del cristianismo vehiculizados por la evangelización jesuítica de esta región. Esta religiosidad originariamente se practicaba de modo personal en torno al payé: el amuleto con la figura esquelética acuclillada o de pie, al que se rendía culto individual, a excepción de las fiestas en honor al santo, momento en que ganaba externidad.
Con las migraciones internas la devoción empieza a propagarse a otras regiones, particularmente al conurbano bonaerense. En la actualidad se ha extendido a buena parte del país, con una inusitada visibilidad en un contexto de mayor apertura del ‘mercado religioso’ a otras ofertas. Esta visibilidad tiene su correlato en la web, donde proliferan los altares virtuales y sitios web dedicados al santo, los cuales difunden las narrativas ligadas a esta figura y permiten -en muchos casos- la socialización de experiencias entre devotos.
En este proceso de visibilización, los medios de comunicación han participado construyendo una imagen dotada de una alta carga negativa. El principal recurso de construcción es la asociación de la figura de este particular ´santo popular’ con personas imputadas en algún hecho delictivo. Toda portación de alguna efigie suya (un tatuaje, una imagen de yeso en el domicilio allanado, una calcomanía en el auto, una estampa en la cartera) es presentada como una marca de refuerzo de la peligrosidad del detenido. Este detalle que debiera ser marginal, pasa a ocupar un lugar central (muchas veces siendo parte del titular de la nota). De acuerdo a estas presentaciones, la religión del imputado pasa a jugar un rol que, en el caso de ser una de las religiones tradicionales, de ningún modo tendría.
Esta imputación maximiza un hecho que sí es constatable: la adopción de la figura esquelética por parte de jóvenes de sectores empobrecidos enfrentados con la ley. Esta apropiación pone en evidencia los múltiples usos de los símbolos circulantes por parte de los individuos. Es difícil discernir la adopción de esta imagen con motivaciones devocionales de aquellas que encuentran en la misma un sentido de transgresión y un signo de resistencia. En cualquier caso, más allá de la proliferación de esta figura en ámbitos carcelarios, la asimilación de ser devoto de San La Muerte con la condición de delincuente de por sí es infundada.