Mezcla de raíces gauchas y guaraníes, de historia y chamamé. Punto central de la devoción al Gaucho Antonio Gil, este santuario ubicado en la ruta 123 alberga a miles de personas cada 8 de Enero, y todos los días del año transitan devotos que van a pedir y agradecer a su santo.
Un predio que crece, en apariencia espontáneamente, así como la cantidad de fieles que le rinden culto a este santo popular argentino, a lo largo de todo el país. El color rojo predomina, las banderas, velas, imágenes y chapas de agradecimiento se superponen y crean un clima de devoción particular.
El recorrido propuesto por los lugareños comienza tocando la Cruz Gil y la imagen principal, en donde varios peregrinos registran el encuentro con alguna foto. Hay un espacio donde se prenden velas-principalmente rojas- y se colocan ofrendas en los distintos altares o en el Museo destinado a ese fin. Ubicado entre algunos puestos de venta de objetos variados (religiosos, regionales, etc.), encontramos el árbol de espinillo en donde se lo sentenció al Gaucho, pintado de colorado y protegido detrás de unas rejas. Seguimos por unos pasillos laberínticos hasta el escenario principal ubicado en el fondo del predio. Encontramos un centenar de pequeñas imágenes del santo correntino y una de mayor tamaño que desde el centro recibe de brazos abiertos a los músicos y bailarines que se reúnen en su honor.
En los últimos años ha crecido la presencia de la Iglesia y el municipio en el desarrollo de los multitudinarios festejos. Teniendo en cuenta las repercusiones del 8 de Enero pasado son constantes las quejas por las malas condiciones del lugar para albergar a tantos peregrinos. A pesar de los comedores, campings, duchas y baños improvisados por todo el predio no logran dar abasto a la cantidad de visitantes. La comisión a cargo del Santuario no ha efectuado grandes cambios para acondicionar el lugar. Se pregunta un Luis, un promesero que trabaja como vendedor en el santuario: “Nadie sabe por qué no arreglan, ni cuál es el destino de la cantidad de ofrendas que recibe el Gaucho, si no es para mejorar su santuario ¿adonde van? Nadie sabe.”Aun así, el tránsito de devotos y las manifestaciones de devoción son constantes, hasta de aquellos que pasar por la ruta y hacen sonar sus bocinas como respeto al Gaucho.
Me retiro con un lazo rojo en la muñeca, símbolo que marca mi paso por el lugar y protege nuestro camino de regreso.
Por: Lic. Cecilia Galera
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