En la modernidad religiosa actual, desregulada y subjetiva, la fluidez de los recorridos espirituales, tanto individuales como colectivos, proporcionó una sociabilidad que permitió la resignificación dinámica de representaciones místicas. En tal sentido, el Pentecostalismo sudafricano, originado a partir de fusiones de elementos locales y translocales, resultó un laboratorio en el que se han llevando a cabo reelaboraciones socio–etno–culturales. Allí, la fe y el vínculo con Dios se vieron profundizados dentro de un contexto de carencia económica y penuria institucional durante las dos últimas décadas del siglo XX, coincidentemente con la etapa más álgida de la lucha contra el apartheid y su transición hacia la democracia. Aquel fue un momento decisivo en la reconstrucción de la identidad sudafricana contemporánea en términos políticos, económicos, sociales e institucionales. A partir de la expansión Pentecostal, particularmente en áreas urbanas, surgió una expresión religiosa signada por nuevas formas de creer, pertenecer, conocer y actuar, con el objetivo de llevar a cabo el mandato divino de iniciar una regeneración moral, auxiliar económicamente a una sociedad en crisis y apaciguar a una población frustrada por los sufrimientos padecidos en el pasado. En el escenario religioso sudafricano, el Pentecostalismo puede ser comprendido a partir del conocimiento del contexto local, en el cual fueron elaboradas y potenciadas ideas y prácticas como resultado de lógicas discursivas propias y no como un trasplante de predicadores de otros continentes. Así, la República Sudafricana ha vivido y vive momentos de redimensión religiosa, superadora de prolongadas dislocaciones histórico-institucionales. Desde esa perspectiva, la década en curso propone interesantes desafíos vinculados con la articulación religiosa intercultural y el respeto de la pluralidad de voces, prácticas y actores.
Por: Mag. María Eugenia Arduino