La festividad religiosa del calendario hindú llamada Holi tiene lugar en India entre finales de febrero y principios de marzo, con el comienzo de la primavera. Si bien está presente en todo el subcontinente, predomina en la zona norte y oeste, y se destaca por su colorida expresión y simbología. Dura un día y medio aunque en localidades como Vrindavan, continúa durante una semana.
Su origen se halla en la escritura sagrada Śrīmad Bhāgavata Mahā. En ella, se narra la vida del joven Prahlādad, a quien su padre forzó para que dejara de ser un seguidor de Krishna. Entre los recursos que utilizó para ello, intentó matarlo con la ayuda de una hechicera llamada Holika, poseedora de un manto especial que el fuego no podía quemar ni destruir.
Aquélla ideó un plan que consistía en sentarse en una gran pira de fuego abrazando al joven, de modo tal que éste pereciera, pero Prahlādad, ante el peligro, comenzó a invocar la protección de Krishna y fue salvado de las llamas, mientras que Holika fue quemada. Así, la festividad toma su nombre como forma de expresar que todo mal puede ser superado y castigado con la acción de dicho dios, quien salva a quienes le elevan plegarias.
Como fiesta, el relato se manifiesta por medio de una actividad lúdica en espacios públicos y privados por la cual son arrojados entre los asistentes polvos pigmentados con colores diversos, que reemplazan al que otrora fuera fuego, y que resignificados fueron: amarillo y turquesa símbolo de buenos auspicios; azul como representación de Krishna; verde como referencia a la cosecha y a la fertilidad; azafrán como el color del triunfo, etc.
En el presente, Holi simboliza un puente social entre los hindúes, ya que las diferencias de género, clase, edad y cultura quedan desdibujadas en el transcurso de la celebración. Durante ese día, todos interactúan como iguales y se espera que predomine la diversión. La evocación religiosa de sus orígenes, por su parte, pasó a un segundo plano, hecho que facilitó su relocación.
Efectivamente, desde hace diez años comenzó a ser organizado el Holi en Berlín, y en otras ciudades europeas y americanas. En 2013, Argentina tuvo su primera Fiesta de los Colores, y desde entonces, se repite hasta el presente, conservando la característica de diversión despojada de elementos religiosos. No obstante, fueron incorporados aspectos como: música, uso de espacios cerrados -estadios y clubes- y cobro de entrada.
Así, esta celebración que originalmente fue religiosa, constituye en el presente una experiencia relocalizada que si bien conserva aspectos del sentido lúdico original, difiere en cuanto a la percepción que los asistentes poseen sobre ella: en la Argentina, casi ninguno conoce el sentido emanado de la religiosidad hindú y la mayoría concurre con la finalidad de “pintarse con polvos de colores y bailar”.
Por: Mg. Eugenia Arduino y Prof. Susana Passaglia